“Los profesionales de compliance saben que un doble discurso puede transformar incluso al mejor programa de cumplimiento en uno ineficaz y poco confiable. Es decir, si la alta dirección parece no preocuparse por la ética y se enfoca únicamente en el resultado final, los empleados sentirán que la conducta ética no es un objetivo o prioridad dentro de la organización. Los empleados prestan mucha atención al comportamiento y las acciones de sus jefes, y siguen su ejemplo”.
Los profesionales de compliance saben que un doble discurso puede transformar incluso al mejor programa de cumplimiento en uno ineficaz y poco confiable. Es decir, si la alta dirección parece no preocuparse por la ética y se enfoca únicamente en el resultado final, los empleados sentirán que la conducta ética no es un objetivo o prioridad dentro de la organización. Los empleados prestan mucha atención al comportamiento y las acciones de sus jefes, y siguen su ejemplo. Los empleados harán lo que vean hacer a sus jefes.
¿Por qué los empleados debieran respetar las normas si ni siquiera los jefes las cumplen?. “Si el jefe paga sus viajes a la playa con cargo a la empresa, yo podría inflar un poco mi cuenta de gastos”, dirán.
El problema mayor se produce, normalmente, con la pendiente resbaladiza que producen pequeñas trampas o incumplimientos dentro de la organización, que ve deteriorada su entorno y van generando las condiciones propicias para un incidente mayor.
Por otra parte, si los empleados aprecian niveles distintos de exigencias éticas: uno para ejecutivos y otro para empleados (reglas para la Reina y reglas para los demás, para seguir con nuestro ejemplo) , o un estándar para los vendedores u otro distinto para todos los que no venden, el tono que se está tratando de implementar no será adoptado.
A veces, además, los empleados no se inspiran en lo que hace y dice “el gran jefe”, el directorio o el gerente general, a quienes ni siquiera conocen personalmente, sino en lo que hacen los supervisores, gerentes, incluso sus pares. Por eso es importante, además, que esos supervisores o gerentes refuercen la cultura de integridad de la corporación a través de sus discursos y sus acciones.
El liderazgo ético -importante desde la cima, pero también desde todo nivel de control- transmite confianza; y la confianza permite la colaboración, el trabajo en equipo y una mejor gestión, que se traduce en mejor reputación y mejores resultados.
* Rodrigo Reyes Duarte es Abogado, Director Jurídico de Prelafit Compliance®